
Acabo de asesinarte polilla
y una tristeza verde, mohosa
me inunda en mi enésimo
nuevo salón mientras veo
una película de culto
para surferos,
y no me siento del todo triste
en este preciso momento
sobre mi existencia,
lo hago sobre la tuya
que se acaba
como se acabaron aquellos
inolvidables veranos
de la adolescencia.
Acabo, creo, de asesinarte
porque sobre mi cuaderno
tu sangre amarilla marrón
esta impresa,
y si, mis ojos te han visto
escapar en rápido vuelo
hacia la cocina
pero mis ojos saben
que eso no es garantía
de que sobrevivas,
el cuaderno de los poemas
como siempre movido
por mi mano
te ha herido de muerte
y ya no se ve tu torpe volar
hacia la luz,
esa perfecta similitud
que vosotras las polillas
compartís con nosotros
los humanos.