No he dejado jamás de admirar estas suaves colinas, con ojos de pozo a reconocer la mínima mutación, a sentir la pertenencia al hilo de humo, al áspero vino en compaňías silenciosas.
Nunca, ni un momento he olvidado sus cabellos, su carmesí lencería apenas abultada por un delicado sexo, nunca lo he hecho, ni siquiera ahora cuando los fármacos son diamantes acariciando mi garganta de ajado terciopelo.
Nunca, ni un momento he olvidado sus cabellos, su carmesí lencería apenas abultada por un delicado sexo, nunca lo he hecho, ni siquiera ahora cuando los fármacos son diamantes acariciando mi garganta de ajado terciopelo.
1 comentario:
Es precioso.
Mira: http://blogs.larioja.com/pequena/2006/3/10/turin-hotel-oscuro
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